La conspiración contra Dios


Yo me formé en un hogar católico. Mis padres eran fervientes devotos de ir a misa, confesarse, comulgar, hablar con los curas, rezar, hacer la novena de Navidad, visitar los monumentos en Semana Santa, etc. Creo que en mi ADN se encuentra grabada esa creencia en Dios, en un principio superior, en una inteligencia que dirige este Universo, en un amor que lo llena todo.

Sin embargo, siempre he estado en conflicto con la religión a pesar de esto. Por allá, cuando terminaba el bachillerato, me dio por leer unos libros “heréticos” sobre OVNIS, meditación, pensamiento positivo, yoga, rosacruces, masones, teosofía, y otros etc, etc.

La religión siempre ha estado en el centro de mi vida; sigo yendo a misa –a veces-, paso de vez en cuando por las iglesias y rezo; y en general trato de respetar la creencia que tenga cada cual. Hoy en día soy más teísta que católico, aunque admiro profundamente las enseñanzas de Jesús de Nazaret. Practico yoga y también Zen. Mejor dicho, lo mío en materia mística es como un sancocho costeño: hay para dar y convidar.

Creo en un mundo invisible espiritual, creo que solo vemos un aspecto relativo de la realidad, de lo que pueden captar nuestros sentidos. Respeto las creencias de cada quien sobre esto, no me parece malo que la gente sea católica, o cristiana, o judía, o musulmana, o hinduista, o budista, o si son masones o rosacruces, o lo que sea. También respeto a los ateos y a los agnósticos.  

Sin embargo, creo que hay un movimiento un tanto odioso en la cultura contemporánea: burlarse o demeritar a la gente que tenga creencias religiosas. Sí, así como lo oyen, dentro de ciertos círculos académicos y culturales la creencia espiritual está proscrita, es sinónimo de estupidez, de ridiculez. Para ese movimiento lo correcto es creer en el materialismo, en lo que nos dicen los sentidos únicamente. Los tontos y los pendejos –para ese movimiento- son los que creen en Dios, ya sean de este o de cualquier otro dogma religioso. El ateísmo, en cambio, es cool, es inteligente, es de personas de “avanzada”.

Es una especie de conspiración contra todo lo religioso. Se burlan del Papa, se burlan de los pastores protestantes, se burlan de los imanes islámicos, de los yoguis, de los monjes budistas, de todo lo que tiene que ver con la religión.

Un ejemplo de esto es el ataque al escritor Paulo Coelho, quien se considera católico, pero que también ha trasegado un camino doloroso por el campo de la experimentación espiritual, como mucha gente en este planeta. Los libros de este escritor están básicamente dedicados a la gente que ha experimentado crisis religiosas, y que han ido de un lado para otro en este tema. Por eso muchos escritores no entienden a Coelho, ni entienden su éxito, porque están influenciados, muy influenciados –diría yo- por el movimiento al que hago referencia, al movimiento de burlarse de todo lo religioso.

Eso es lo que está de moda dentro de la Academia, sacar a Dios y a lo espiritual de la cultura, del conocimiento, de la ciencia. Menospreciar a los que tienen o practican un dogma religioso sea cual sea ese dogma, no importa.

Hace algunas semanas asistí a una conferencia con un afamado escritor colombiano –que está muy de moda- y en una parte de su discurso se fue lanza en ristre contra el tema religioso y en especial contra Paulo Coelho. No tengo nada personal contra ese escritor –el colombiano-, a quien yo respeto, pero estoy seguro que él no se ha leído un solo libro del autor brasileño, porque eso no se hace, eso da pena, eso es para los bobos.

Igualmente, hace algunos años escribí un ensayo literario para un reconocido portal web de Colombia, y dentro de las correcciones que me hicieron sus editores estaba la omisión a mencionar a Paulo Coelho, nuevamente. Como si fuera penoso mencionarlo, como si eso –aludirlo- fuera cosa de ignorantes o de analfabetas. La gente culta e inteligente no cree en Dios, seguramente.

La conspiración contra todo lo religioso tiene un objetivo, y tengo que decirlo, y se trata de materializar nuestro pensamiento. Que nuestro cerebro solo acepte lo que ve en el mundo fenoménico y punto. ¿Para qué? ¿Qué sentido tiene volvernos materialistas? Para que seamos mansos corderos que solo acepten un credo: el del consumo.

Como decía un magistrado en alguna conferencia a la que yo asistí hace unos años, hablando sobre las catedrales de este credo materialista, haciendo alusión a los centros comerciales. Donde la gente gasta y gasta, donde la gente consume y consume. Cerrar la mente a todo lo religioso es necesario para que la gente no acepte otro valor sino el material, para que trabajen como esclavos y gasten como esclavos, y punto. Para que no piensen en el cielo, ni en Dios, ni en nada diferente a la materia.

Esa es la nueva religión, la que está de moda: la religión del consumo. Y han tenido éxito en promoverla, a través de la publicidad, de la cultura, de los medios de comunicación, de los libros, de la Academia. Los que practican esa religión no se dan cuenta que también alaban un Dios y tienen un creo: el consumo material, la satisfacción material. Su Dios es el placer material.

Estos materialistas no solo atacan a los católicos, a los cristianos, a los musulmanes, a los budistas, no, también se van en contra de los que hacen meditación, contra los que hacen yoga, y califican todo “eso” como de “la nueva era”. 

Toda creencia o no creencia en Dios es respetable. Respeto toda religión, toda creencia, y toda idea que no sea religiosa, aunque no la comparta. Yo solo alerto sobre lo que está pasando en el mundo, sobre hacia dónde nos quieren llevar, sobre cómo nos quieren esclavizar; para -como siempre- beneficiar a unos cuantos.

No es más. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario